Para empezar este posteo voy a decir que creo que la autocrítica está subvaluada. En la literatura sobre liderazgo y gestión sólo se puede encontrar dentro de la función de evaluación y hasta ahí...
Después de tantos cafés compartidos, ya todos sabemos que las funciones del gestor deportivos son planificar, organizar, dirigir y evaluar. Ahora me pregunto, ¿algo de todo eso tendría sentido sin autocrítica?
El primer paso sería ponernos de acuerdo en qué entendemos por autocrítica. Sin necesidad de buscar qué dice la Real Academia Española, me atrevo a decir que es un proceso de reflexión por el cuál evaluamos nuestras acciones.
Ahora viene una pregunta para ustedes, que seguro sabían qué era la autocrítica.
¿Por qué creen que, si todos la conocemos, nos cuesta tanto hacerla?
Ya se, ¡a vos no te cuesta! Digamos por un segundo que sí, ¿por qué crees que es?
Aunque tengamos una importante capacidad de análisis, para evaluarse a uno mismo se requiere una habilidad y un trabajo distinto que no estamos acostumbrados a hacer. Se trata de un proceso de reflexión e introspección que hay que entrenar.
Entrenar es cuestionarnos, no dar por sentado que nuestras ideas son las mejores, que cada análisis parta de lo que podríamos haber hecho mejor y no de lo que hicimos bien.
Y siempre es mejor entrenar en equipo. Aunque hagamos todo lo anterior, nuestra mirada va a estar sesgada. Necesitamos rodearnos de gente que nos diga la verdad, escuchar a los y las que piensen distinto a nosotros. Poniéndonos en los zapatos del otro y mirando hacia nuestras decisiones es que entenderemos sus puntos de vista y podremos observar nuestro desempeño con otros ojos.
La autocrítica bien hecha, no la autoflagelación ni la palmada en la espalda, sino el proceso de evaluación consciente derivado del inconformismo proactivo, es la clave para la mejora continua en la gestión.
En la era de las métricas, del data analytics, todavía no aprendimos que el análisis comienza por casa.